El sueño que tuvo Jorge Himitian.

 


Muchos están familiarizados con el sueño que tuvo Jorge Himitian en agosto de 1967, y que está relatado en el libro “Tiempos de restauración”:

“Mientras estábamos charlando (Jorge) oyó una voz desde el cielo ordenándole que construya diques. Sorprendido por lo que oía, levantó su vista para encontrarse con una mano gigantesca que se movía trazando la forma de un dique. Y con ese trazo, un gran dique quedaba erigido en medio del parque. Quedó asombrado, preguntándose: “¿Para qué un dique aquí, si estamos a más de tres kilómetros del río?”

La voz habló por segunda vez diciendo: “Haz diques de contención”. Nuevamente, allí estaba la mano gigantesca erigiendo un dique. A esta altura estaba muy perplejo y confundido, discutiendo interiormente con esta voz incorpórea, cuando oyó por tercera vez la misma frase. Y otra vez, la mano construyendo el dique. Sólo que en esta ocasión al mirar en dirección al río quedó atónito al ver que el agua estaba irrumpiendo vertiginosamente en el parque de tal modo que la gente estaba trepando los árboles, subiendo sobre los techos de los automóviles, o escalando los cercos más altos, procurando ponerse a salvo.

Esa tarde, compartiendo una taza de té con un  colega, le contó su sueño. Su amigo José le escuchó atentamente y simplemente sonrió, diciéndole: “¿No entiendes, Jorge? Los diques no son para detener el agua, sino para contenerla y para convertir la presión de la misma en energía efectiva para hacer ciertas cosas específicas..”

Cuando unos días después, Jorge compartió esto con varios pastores, todos sentimos que el Señor estaba llamando nuestra atención a la íntima relación que existe entre su bendición y su propósito. 

Necesitábamos entender que su gracia, abundantemente derramada sobre nuestras vidas, no venía solamente para proporcionarnos una experiencia agradable, sino a impulsarnos hacia el cumplimiento de sus propósitos eternos.

Vimos también que, a menudo, habíamos gozado de su bendición sin tener plena conciencia de que ella implicaba una mayor responsabilidad. El mandato específico era que debíamos dar algunos pasos iniciales-hacer diques de contención-que aseguraran que esta bendición serviría a los intereses de Dios”


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